Juicio de Paris. El acontecimiento que revolucionó al mundo de los vinos

Vino
05 Noviembre 2020 Ram Martín

En la actualidad es virtualmente imposible apartarse del -enoturismo-. La acertada propaganda en las redes sociales, que invita a la gastronomía mexicana a maridar con vinos, aunado a la practicidad que tenemos para conseguir buenos vinos hasta en el minisuper, facilita esta práctica.

Hoy por hoy, al leer una carta de vinos, ya no resulta extraño toparnos con vinos de España, Francia e Italia, es más, -esperamos- verlos siempre, aunque ya es común ver también -indispensablemente- vinos mexicanos, así como también estadounidenses, chilenos y argentinos. 

Cabe destacar que no apreciamos del todo esta diversidad que difícilmente se presenta en otras partes del mundo. De modo que pensamos erróneamente que a mayor representación de un país en diversidad de etiquetas, existe una correlación directa con -calidad-, sin embargo, la pluralidad en etiquetas, bodegas y países de origen se ve afectada directamente por las finanzas de importación y exportación; que no veamos gran variedad de vinos de Uruguay no significa que Uruguay produzca vinos de mala calidad y opte por no exportarlos, es cuestión de los tratados de comercio, de igual manera si contamos con una gran variedad de vinos chilenos en distribución es por la facilidad de importación gracias a los TLC, permitiendo que podamos adquirir vinos chilenos de desde $90 pesos. La gama de vinos sudamericanos que podemos adquirir directamente en nuestro país está presente sólo un 20 a un 30% en, digamos, EEUU y España, por cuestiones como son los impuestos de importación. 

Pero no siempre fue así, lo que es más, que exista tal libre intercambio y  distribución de vinos de diferentes partes del mundo, me atrevo a declarar, fue gracias a un suceso en particular, el cual acuñó el término “Nuevo mundo” en el vino... 

Corría el año de 1976 cuando el enocrítico británico Steven Spurrier se aventuró con el evento que se conoció después como “El Juicio de París”, un concurso en el que se cataron los mejores vinos franceses de la era -versus- los pueriles vinos autóctonos de California, EEUU. Este certamen marcaría un rotundo -antes y después- en la historia. Cuál fue la sorpresa que una vez evaluadas aproximadamente 16 etiquetas a ciegas, ¡Las mejores puntuaciones fueron otorgadas a los vinos norteamericanos! Los jueces, personalidades francesas de sumo renombre, no solo a nivel vinícola, sino gastronómico y cultural a nivel mundial, no podían creerlo, mucho menos permitírselo. Sin embargo, ya estaba hecho, la magnitud del suceso fue tal que en el museo Smithsonian conservan una botella de Chardonnay Ch. Montelena 1973. 

Más de cuarenta años después, tomamos aún como atalaya tal suceso, seamos enólogos, sommelieres, catadores, críticos, o enófilos. Así nos topemos con vinos de Uruguay, de Nueva Zelanda, de Grecia, Rusia o Canadá, ya no es con prejuicio, muy por el contrario, con el entusiasmo de que quizás nos encontremos el siguiente vino que revolucionará nuestra perspectiva y sea un nuevo horizonte en el mundo del Vino, gracias al Juicio de París hoy aplaudimos a la bodega, región y país que se atreven a producir vino.

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