Para integrar calidad en la cadena de valor es preciso que los fabricantes y servicios de alimentos y bebidas procuren estos elementos en su oferta integral.
México ha emprendido grandes retos para enfrentar el Cambio Climático (CC) registradas en los Compromisos de Mitigación y Adaptación ante el Cambio Climático para 2020-2030. Estas acciones integran al sector público y privado. La industria de alimentos y bebidas es uno de sus componentes integrales, pues influye en ello tanto como recibe las repercusiones frente a ese fenómeno.
(Ante el CC) “Las cadenas de valor más bajas son las más afectadas: la agricultura y la ganadería afrontan sequías, plagas, fenómenos hidrometereológicos extremos, heladas y altas temperaturas (...) Esto nos vuelve vulnerables a un nivel todavía no cuantificado en pérdidas económicas e impacto social y ambiental”, explica Alejandra Tenorio Peña, coordinadora de adaptación basada en ecosistemas en Promotora México.
El estrés hídrico, continúa, es también un factor que afecta a la cadena íntegra de este sector, que es uno de los principales creadores de empleos en el mundo, sin que México sea la excepción. Tan solo el sector restaurantero en el país registra 515,000 establecimientos que generan 1.7 millones de empleos directos y 3,5 millones indirectos a escala nacional, esto equivale al 1.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mexicano, de acuerdo con cifras de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac).
Pese a la relevancia del tema y a la repercusión que tendría en un extenso sector económico, continúa la también jurado en los premios Goula Awards 2020, observamos que el CC todavía no permea en todas la capas de la industria.
“Sin embargo, todavía no hay una conciencia generalizada respecto a cómo lograr un mejor alcance de dos aspectos esenciales: el cuidado ambiental al mismo tiempo que se procura el máximo beneficio social”, expresa Tenorio.
En los premios Goula participaron unas 200 empresas del sector de alimentos y bebidas, con propuestas que contemplaban ambos aspectos: el social y el ambiental.
“Esto aporta un valor fundamental, pues el enfoque es bajo una mirada diferente, pues trata de conjuntar las demandas del consumidor con el de los productores y empresarios, todos en busca de un componente social y ambiental que todavía se combina muy pocas veces”, añade la especialista.
Las cadenas restauranteras y de las industrias de alimentos y bebidas todavía tienen mucho trabajo por hacer en estos sentidos.
“Dado que se requieren acciones tangibles en el impacto económico y ambiental, porque la situación del CC va más rápido de lo que esperábamos, es valioso reconocer a las empresas que ya consideran ambos factores para mejorar su negocio y atender a sus segmentos de mercado”, dice la entrevistada.
Por ejemplo, continuó, hay una búsqueda de lograr un empaque ecológico, que aproveche al producto, que genere subproductos que también se utilicen y que eliminen toda forma de desperdicios.
“El empaque dentro del empaque debe ser una práctica que desaparezca, y cuanto antes mejor”, observa Tenorio. Es preciso que la industria hoy ponga, más que nunca, su creatividad al servicio de la economía circular.
Otra buena práctica en este sentido es consumir los productos locales, que favorecen a la comunidad y evitar los largos traslados que implican la generación de gases de efecto invernadero.
“Una industria alimentaria sustentable busca reducir su huella de carbono, al igual que su huella hídrica. Generar mercados de proveedores locales incluso en ambientes citadinos: cada día se usa más abastecerse de huertos urbanos, por ejemplo”.
Se trata de añadir valor en cada eslabón de la cadena a través de la combinación que logra el equilibrio entre lo social y lo ambientalmente sustentable.